Justamente esto le sucedió a Regina, joven
de aproximadamente 14 años y quien cursa octavo de bachillerato. Al pasar el fin de semana y retornar a clases el día lunes, una de sus amigas se presenta ante ella y, Oh sorpresa, da a conocer lo que
según ella llamó una obra de arte: Un tatuaje, plasmado en
la parte superior de su pierna derecha y que hace alusión al uso de éstos, al decir:
Los tatuajes se han puesto de moda. Ahora muchas personas marcan su piel con
símbolos, y palabras que representan algo importante para ellos, dejaron de ser
tabú para convertirse en parte de la identidad.
Llegada la hora de salida, Regina llega entusiasmada a casa contando lo bonito que se le veía el
tatuaje a su amiga y que ella había decidido tatuarse uno. En ese instante se
presenta un silencio un poco perturbador seguido de una frase de su abuela, en un tono alto y
opresor: “Las personas tatuadas se
van al infierno”. Allí entendí que lo de los tabú estaban más presentes que
nunca. Del tema no se volvió a hablar en su casa. Sin embargo, desde aquel día
por todas partes a donde voy veo hombres y mujeres que exponen con orgullo su
tatuaje (comenta, Regina)
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