lunes, 6 de junio de 2016

La resistencia, por Diana Palacio Ruíz.

“El hombre no sólo está hecho de muerte sino también de ansias de vida; tampoco únicamente de soledad sino también de comunión y amor”.                            
                               Fragmento de “La resistencia” por Ernesto Sábato.


Ernesto Sábato nace el 24 de junio de 1911 en Rojas – Argentina, un pequeño pueblo al que el escritor siempre hace referencia con añoranza. Proveniente de una familia burguesa, era el décimo de 11 hermanos, con un padre severo y una madre sobreprotectora.  Ingresó después a la facultad de ciencias físico matemáticas de la Universidad Nacional de la Plata, allí encontró el orden que en su vida no había, dijo él mismo en la entrevista del programa A Fondo en 1977 “Los espíritus románticos y tumultuosos buscan muy a menudo las matemáticas”. Allí formó parte del movimiento comunista, donde conoció a varios anarquistas, a los cuales decía admirar y por poco participa en la guerra civil española. Llegó a trabajar en el Laboratorio Curie y en el observatorio Astronómico de Córdoba; al sentirse vacío abandonó la ciencia para escribir su primera novela. Continuó su carrera como escritor, publica tres novelas, variados ensayos y antologías, decía él que quemaba más de lo que publicaba. Hombre que luchaba por sus ideas a fondo, con cara de abuelo amable y gran aprecio por el prójimo. Muere el 2011 a los 99 años a causa de una neumonía.

En el libro La Resistencia, Sábato nos pone en frente la realidad de esta sociedad desenfrenada, aquella que muchas veces negamos y que está al límite, a punto de resquebrajarse y derrumbarse sobre sí misma. Aunque también da un mensaje de esperanza, un aliento a resistir, deja claro que está en nuestras manos cambiar la historia.
La resistencia está contenida en sólo 148 páginas, además de ser una lectura breve es de un vocabulario sencillo, aunque por la misma realidad que presenta a veces algo amargo. Sábato nos habla como un anciano con experiencia, alguien que ya ha vivido tanto, que ha visto a la vida, pura o desenfrenada en todas sus formas y aun así, no lo hace con soberbia, sino con clara bondad pero con una severa y fija proposición al cambio.

Toda persona que alguna vez haya sentido la presión sobre sí del enorme sistema, que se haya impactado  al ver los ojos inertes de los oficinistas, las cantidades de basura que vende la publicidad, el gris de las ciudades, el correr desesperado de sus semejantes parecido al de las ratas, los gobernantes aprovechados, la sobre urbanización, la explotación desmedida del ambiente, la adicción a los medios sobre todo a la televisión, la pobreza extrema, en resumen las desgracias de la sociedad actual, debe leer este libro. Para soportar el caos y darse cuenta que no es la única persona que ve la constante decadencia. Es necesario que seamos conscientes de que la civilización moderna no ha sido una gracia de unos cuantos años, es el resultado de siglos de decisiones, pueden haber sido buenas o malas, muchas revoluciones empiezan con la mejor intención pero terminan degollando, ametrallando y apuñalando a miles. No hay tiempo para perder, hay que tomar la disposición de dejar el ego y  tomar decisiones con una consciencia social.

Este es un libro donde se nos recuerda lo mucho que nos necesitamos unos a otros, Ernesto nos dice que dejemos el orgullo de la autosuficiencia y nos regalemos al abrazo. Como decía John Lennon en su canción –Imagine- podrás decir que soy un soñador, pero no soy el único. Es preciso que el progreso se haga en equipo. No es propicio que ahora callemos cuando nuestra juventud está en un estado de orfandad, no hay quien los –nos- guíe más que la pantalla.

El resultado de la lectura es un sabor amargo con pintas dulces, al fin y al cabo la entropía, la tendencia al caos domina el universo, aunque de esta resultan maravillosas creaciones. Tal vez sea necesario que pasemos por situaciones como esta para poder evolucionar.


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