Recuerdo muy pocos libros en
mi infancia, Siempre fui perezosa para leer. Sin embargo, hay uno que recuerdo
con claridad. Sus hojas ligeramente amarillas, con la pasta dura, de color café
verdoso; con solo una margen y un pequeño diseño de una especie de flor en la
portada, ambos de color azul oscuro. En el lomo, ligeramente descolorido, un
poco despegado de las páginas y con un poco de cinta adhesiva en algunos
lugares, ya no se alcanzaban a leer el título del libro y el autor.
No recuerdo de dónde salió el
libro. Creo que siempre estuvo en la pequeña estantería de mi casa. Lo que sí
recuerdo de él era que tenía muchos cuentos y que a mis siete años de edad había
algunos que me asustaban: Cuentos tristes y extraños.
No sé por qué, pero en mi
inocencia, sentía que había algo feo en él. Si me quedaba sola leyendo el libro
no era capaz de continuar y lo dejaba en el mueble azul de la sala de mi casa e
iba corriendo a mi habitación, huyendo del libro y de su contenido.
Ahora, con el propósito de
escribir sobre él, decidí buscarlo y lo encontré en la misma estantería, con el
mismo color que tenía antes. Está aún más despegado en el lomo, se sostiene
solo por unos cuantos hilos.
La flor de la portada no es
una flor, es un diseño de dos ramas encerrando a una mujer con un libro en las
manos.
Cuando abro el libro me
encuentro con que en la primera página está el diseño de las ramas y la mujer,
que se repite en un parón por toda la página, y cuando paso a la segunda me
encuentro con el nombre, “Cuentos”.
Son cuentos de Hans Christian
Andersen. Es una edición de 1966, impresa en México, y me pregunto cómo habrá
llegado a mis manos desde tan lejos y desde hace tanto tiempo. Probablemente es
el libro más viejo que he tenido en mis manos.
Observo su contenido y mi
mirada recae en el cuento “La sirena” y sé exactamente por qué me atemorizaba
tanto el libro, pues no había un final feliz para la sirena, y aún en mis
escasos siete años yo sabía que al final del libro lo que pasaba con aquella
chica era que desaparecía, y en mi inocencia eso me parecía terrible. No sabía
expresamente que la sirena moría. Pero para mí era algo horrible lo que pasaba
al final de ese cuento.
Ahora probablemente lo lea
de nuevo. Pero me va a ser imposible olvidar lo que el libro significo para mí
en mi infancia, y el sentimiento de que hay algo, no terrible ni nada de eso,
pero si algo no del todo agradable en el libro no es un sentimiento que me vaya
a abandonar pronto.
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