lunes, 6 de junio de 2016

Cuentos, de la infancia. Por Ana María González.


Recuerdo muy pocos libros en mi infancia, Siempre fui perezosa para leer. Sin embargo, hay uno que recuerdo con claridad. Sus hojas ligeramente amarillas, con la pasta dura, de color café verdoso; con solo una margen y un pequeño diseño de una especie de flor en la portada, ambos de color azul oscuro. En el lomo, ligeramente descolorido, un poco despegado de las páginas y con un poco de cinta adhesiva en algunos lugares, ya no se alcanzaban a leer el título del libro y el autor.

No recuerdo de dónde salió el libro. Creo que siempre estuvo en la pequeña estantería de mi casa. Lo que sí recuerdo de él era que tenía muchos cuentos y que a mis siete años de edad había algunos que me asustaban: Cuentos tristes y extraños.

No sé por qué, pero en mi inocencia, sentía que había algo feo en él. Si me quedaba sola leyendo el libro no era capaz de continuar y lo dejaba en el mueble azul de la sala de mi casa e iba corriendo a mi habitación, huyendo del libro y de su contenido.

Ahora, con el propósito de escribir sobre él, decidí buscarlo y lo encontré en la misma estantería, con el mismo color que tenía antes. Está aún más despegado en el lomo, se sostiene solo por unos cuantos hilos.

La flor de la portada no es una flor, es un diseño de dos ramas encerrando a una mujer con un libro en las manos.

Cuando abro el libro me encuentro con que en la primera página está el diseño de las ramas y la mujer, que se repite en un parón por toda la página, y cuando paso a la segunda me encuentro con el nombre, “Cuentos”.

Son cuentos de Hans Christian Andersen. Es una edición de 1966, impresa en México, y me pregunto cómo habrá llegado a mis manos desde tan lejos y desde hace tanto tiempo. Probablemente es el libro más viejo que he tenido en mis manos.

Observo su contenido y mi mirada recae en el cuento “La sirena” y sé exactamente por qué me atemorizaba tanto el libro, pues no había un final feliz para la sirena, y aún en mis escasos siete años yo sabía que al final del libro lo que pasaba con aquella chica era que desaparecía, y en mi inocencia eso me parecía terrible. No sabía expresamente que la sirena moría. Pero para mí era algo horrible lo que pasaba al final de ese cuento.

Ahora probablemente lo lea de nuevo. Pero me va a ser imposible olvidar lo que el libro significo para mí en mi infancia, y el sentimiento de que hay algo, no terrible ni nada de eso, pero si algo no del todo agradable en el libro no es un sentimiento que me vaya a abandonar pronto.

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