Michael Andreas Helmuth
Ende, escritor y dramaturgo alemán, nació en Garmisch-Partenkirchen, Alemania, el
12 de noviembre de 1929;
hijo de un padre pintor surrealista y una fisioterapeuta, desde joven tuvo
influencias del ambiente artístico y bohemio, debido a la ocupación de su
padre; esta influencia resaltaría después en sus obras, principalmente
fantasiosas y dirigidas al público infantil. Entre 1947 y 1950 estudió
interpretación en Munich, para luego comenzar a escribir relatos de corte
infantil y juvenil. Luego de trabajar como guionista, actor y escritor de
críticas cinematográficas, viene en 1960 su obra más reconocida, Jim Botón y Lucas el Maquinista, novela
fantástica con la que ganó el premio al mejor libro alemán del año para público
infantil. En 1962 publica la segunda parte, Jim
Botón y los 13 Salvajes. Algunas de sus grandes obras han sido llevadas al
cine, tales como Momo (1973) y La Historia Interminable (1979), esta
última con algunos cambios, lo cual no fue del gusto del autor.
En 1982, Michael Ende nos
trae la obra de teatro Jojo: Historia de
un Saltimbanqui; en esta obra, Michael Ende nos sumerge en la historia de
un grupo de saltimbanquis, o artistas circenses, a quienes la “mala suerte”
(como ellos mismos lo expresan) los lleva casi a la ruina, por lo que los
encontramos reunidos en un solar, a la espera de que las grandes máquinas de
construcción inicien los trabajos para la ampliación de una planta química
industrial. Jojo, el payaso del circo, es un hombre de alrededor de 50 años,
despistado y olvidadizo, pero de buen corazón. En representación de los
Saltimbanquis, Jojo se reúne con los directivos de la industria, buscando una
solución a sus problemas; ya nadie en el país gusta de los circos, pues en la
televisión han visto trucos y actos mil veces mejores, no dejando cabida para
un grupo de saltimbanquis de poca calidad. Al volver Jojo con sus compañeros,
les cuenta que se les ofrece un contrato para promocionar los productos de la
fábrica, con la única condición de internar a Eli, una pequeña niña con retraso
mental, en una institución para su cuidado (y para que su presencia no sea
contraproducente a la promoción de los productos). Eli, a quien todos quieren,
aunque la culpen de sus problemas, pide a Jojo que le cuente una historia. En
este punto se mezcla la realidad de un grupo de saltimbanquis fracasados con la
fantasía, donde Eli es una princesa de 20 años, en un palacio de cristales de
colores donde lo tiene todo, no siendo todo sino reflejos que su amigo espejo
Kalophain le trae para mantenerla consigo, dando muestras de su propio egoísmo.
Entre tantas imágenes, Eli ve la imagen del Príncipe Joan, quien no es más que
Jojo, pero de 21 años, apuesto y galante, creador del mundo del mañana, donde
todo lo que existe es por su propia imaginación. Mientras Eli se enamora de la
imagen de Joan, el príncipe está pronto a elegir esposa, según las costumbres
de su propio mundo. Sin embargo, ninguna de las candidatas es de su agrado,
resaltando su convicción de contraer matrimonio por amor, más que por cumplir con
una tradición.
Kalophain, en su egoísmo,
hace un pacto con Angramain, la araña, quien representa el mal, y con ayuda del
espejo engaña al príncipe Joan, para desterrarlo y adueñarse del mundo del
mañana. Eli, en su desdicha, decide volverse mortal para salir a buscar a su
amado príncipe Joan, olvidando también su pasado, de tanto tiempo que vagó sin
rumbo.
De vuelta a la realidad, Eli
y los saltimbanquis se encuentran esperando a Jojo, quien se ha ido hace 3
semanas; al momento de su regreso, regala a Eli un pedazo de espejo, diciéndole
que es su más preciada posesión, pues el espejo tiene el reflejo de una hermosa
princesa. Al ver su reflejo, Eli recupera la memoria, y se da cuenta que Jojo
es su amado príncipe Joan, quien al ser tocado por Eli recupera a su vez su
propia memoria; así, invita a los saltimbanquis a ir con ellos a su mundo del
mañana, encontrándose con un mundo completamente diferente a lo que había
dejado, tal había sido la obra de Angramain. Mediante sortilegios, Joan, Eli y
los saltimbanquis logran desterrar a la araña malvada, pudiendo retornar al
mundo que alguna vez Joan había imaginado para sí. Al caer el alba, las
máquinas del complejo industrial se encienden, y los saltimbanquis se alarman,
rompen el contrato, pues no están dispuestos a abandonar a Eli, y con mucha
incertidumbre y desesperanza, observan cómo las máquinas se acercan, dispuestas
a destruir lo poco que tienen en su vida, sus carros de circo, pero
perseverando en su amistad y su amor.
Jojo,
Historia de un Saltimbanqui, nos representa un mundo sin
esperanzas, triste y cruel para un grupo de artistas fracasados, en el que sin
embargo prevalece la amistad y el amor, girando principalmente en torno a Eli,
la pequeña niña retrasada, que los pone en conexión con su niño interior, y
Jojo, el payaso que sólo conoce una canción, quien les recuerda que más allá
del éxito, la relación con sus amigos es más importante, con quienes ha
conformado una relación más de familia. Como personajes encontramos a los
saltimbanquis: Bux, el ventrílocuo, y su muñeco Ottokar, quien hace las veces
de voz imprudente, dándole escape a los pensamientos más oscuros de su
manejador; Jussuf, el mago, y Pippo, el malabarista, quienes representan los
personajes optimistas, quienes tratan de ver el lado positivo y de buscar
opciones para su situación; Lola, la equilibrista, quien representa en cierta
forma la desesperanza, tratando de encontrar una razón a todas sus desgracias;
y por último, Wilma, la lanzadora de cuchillos, quien representa la voz de la
acusación, la agresividad, ligera en repartir culpas y sembrar un manto de
tensión en el grupo, pero a su vez siendo la fortaleza que necesitan para tomar
la decisión final.
En definitiva, en Jojo, historia de un saltimbanqui, se
mezcla un mundo de realidad sombría con una fantasía llena de esperanza, pero
también con oscuridad, donde la fuerza del amor y de las convicciones propias traen
claridad a un grupo de amigos, una familia, que pasa una situación difícil,
pero que se tienen unos a otros.
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