martes, 6 de septiembre de 2016

Carta a mi abuelo

Medellín, 29 de Agosto de 2016

Querido Abuelo:

¿Cómo estás? Espero que muy bien, feliz y tranquilo; quería contarte que, desde que te fuiste, mucho tiempo ha pasado, muchas cosas he hecho, mucho he aprendido y mucho he conocido, pero no hay día que no te recuerde, que no te agradezca por todo lo que me enseñaste y por todo lo que me cuidaste. Nueve años ya, hace nueve años saliste de nuestras vidas, y no hay día en que no te extrañemos; mi abuela recuerda tu partida cada año, cada dieciséis de julio, cada día de la virgen del Carmen; Yo también, a pesar de ser ateo ahora, voy a la misa, por respeto a tu memoria, y a su esfuerzo.

¡Nueve años ya! Cuando partiste, aún era un joven, a mis diecisiete años; Cuando te fuiste, empezaba apenas a forjar mi camino, aún necesitaba tu guía, aún necesitaba tu sabiduría. Pienso que lo he hecho bien. Hace dos años me gradué, no de la carrera que comencé cuando aún estabas con nosotros, pero quiero que sepas que no me he arrepentido un solo día de haber tomado esa decisión. He sido muy feliz, y me hubiera gustado haber compartido ese gran logro contigo; no importa, sé que estuviste conmigo en ese momento, en nuestros pensamientos.

Ahora, tantos años después, quiero decirte que te agradezco; gran parte de lo que soy, es gracias a todo lo que me enseñaste; largas tardes hablando de ciencias, de matemáticas, de política, filosofía, historia, etc., tantas tardes y noches, alumno y maestro, padre e hijo, abuelo y nieto, aún las tengo aquí presentes. Tantas enseñanzas, no sólo académicas, pues la enseñanza más valiosa que me dejaste fue tu forma de ser, tu forma de ver el mundo; confieso que se me aguan los ojos cuando, en momentos de soledad, recuerdo la falta que me haces, que nos haces; incluso ahora, escribiendo estas palabras.

Confieso que me enorgullezco enormemente cuando mi papá, tu yerno, cuenta lo maravillosa persona que fuiste con él, y es ahí cuando entiendo que no solo marcaste mi vida, marcaste muchísimas. Recuerdo, de pequeño, que me enfermé estando en el colegio, y tú, con tu infinito amor, fuiste por mí y me cuidaste. Siempre lo hiciste, y sé que aún lo haces, y que siempre lo harás.

La familia no es la misma sin ti; Se perdió ese factor común que unía a toda la familia, a todos los primos y tíos; aún seguimos, cada uno a su manera, pero no es igual. Confieso que lloré, lloré mucho cuando te fuiste, como lloramos todos a quienes dejaste en este mundo terrenal. Mi abuela, tu esposa, está muy sola; yo trato de acompañarla mucho, de llamarla y visitarla; a veces es difícil, esta vida de adulto no me gusta, siempre estoy ocupado, quiero volver a ser niño, quiero que todo vuelva a ser como en esas épocas, cuando aún estabas en mi vida; queda mucho por decir, quizá en otra ocasión lo haga.

                Con amor, tu nieto, Daniel J.

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