Medellín, 29 de
Agosto de 2016
Querido Abuelo:
¿Cómo estás? Espero
que muy bien, feliz y tranquilo; quería contarte que, desde que te fuiste,
mucho tiempo ha pasado, muchas cosas he hecho, mucho he aprendido y mucho he
conocido, pero no hay día que no te recuerde, que no te agradezca por todo lo
que me enseñaste y por todo lo que me cuidaste. Nueve años ya, hace nueve años
saliste de nuestras vidas, y no hay día en que no te extrañemos; mi abuela
recuerda tu partida cada año, cada dieciséis de julio, cada día de la virgen
del Carmen; Yo también, a pesar de ser ateo ahora, voy a la misa, por respeto a
tu memoria, y a su esfuerzo.
¡Nueve años ya!
Cuando partiste, aún era un joven, a mis diecisiete años; Cuando te fuiste,
empezaba apenas a forjar mi camino, aún necesitaba tu guía, aún necesitaba tu
sabiduría. Pienso que lo he hecho bien. Hace dos años me gradué, no de la
carrera que comencé cuando aún estabas con nosotros, pero quiero que sepas que
no me he arrepentido un solo día de haber tomado esa decisión. He sido muy
feliz, y me hubiera gustado haber compartido ese gran logro contigo; no
importa, sé que estuviste conmigo en ese momento, en nuestros pensamientos.
Ahora, tantos años
después, quiero decirte que te agradezco; gran parte de lo que soy, es gracias
a todo lo que me enseñaste; largas tardes hablando de ciencias, de matemáticas,
de política, filosofía, historia, etc., tantas tardes y noches, alumno y
maestro, padre e hijo, abuelo y nieto, aún las tengo aquí presentes. Tantas
enseñanzas, no sólo académicas, pues la enseñanza más valiosa que me dejaste
fue tu forma de ser, tu forma de ver el mundo; confieso que se me aguan los
ojos cuando, en momentos de soledad, recuerdo la falta que me haces, que nos
haces; incluso ahora, escribiendo estas palabras.
Confieso que me
enorgullezco enormemente cuando mi papá, tu yerno, cuenta lo maravillosa
persona que fuiste con él, y es ahí cuando entiendo que no solo marcaste mi
vida, marcaste muchísimas. Recuerdo, de pequeño, que me enfermé estando en el
colegio, y tú, con tu infinito amor, fuiste por mí y me cuidaste. Siempre lo
hiciste, y sé que aún lo haces, y que siempre lo harás.
La familia no es la
misma sin ti; Se perdió ese factor común que unía a toda la familia, a todos
los primos y tíos; aún seguimos, cada uno a su manera, pero no es igual.
Confieso que lloré, lloré mucho cuando te fuiste, como lloramos todos a quienes
dejaste en este mundo terrenal. Mi abuela, tu esposa, está muy sola; yo trato
de acompañarla mucho, de llamarla y visitarla; a veces es difícil, esta vida de
adulto no me gusta, siempre estoy ocupado, quiero volver a ser niño, quiero que
todo vuelva a ser como en esas épocas, cuando aún estabas en mi vida; queda
mucho por decir, quizá en otra ocasión lo haga.
Con amor, tu nieto, Daniel J.
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