Ella nunca me dijo su nombre. En mis recuerdos, yo la llamo Antígona Vélez . Para mí es un personaje de una tragedia griega, así haya nacido junto al río Magdalena. Era una joven de pelo largo, recogido bajo su cofia blanca de enfermera. Su piel morena brillaba bajo la luz del sol, en medio de las sombras de los almendros del parque de Puerto Berrío donde hablábamos de estas cosas. Iba vestida con el uniforme blanco de la Cruz Roja. Sonreía, aunque la historia que me contaba era triste. Su sonrisa era blanca e inmensa como su alma.
-No me da miedo. Si nadie me acompaña, voy sola. Lo hago porque me da rabia y tristeza de que le hagan cosas así a la gente?
De este modo hablaba de su oficio: recoger cadáveres abandonados a orillas del río y en las carreteras que iban a las veredas. Campesinos asesinados por los grupos paramilitares que empezaban a sembrar el terror en el puerto y sus alrededores. Muchos de los cuerpos eran dejados colgados de los árboles, o amarrados a los estacones de las cercas. Había castigo de muerte para quien los recogiera o les diera sepultura. Ni la policía se atrevía a ir por ellos. Los cadáveres permanecían expuestos al sol y al agua días enteros. La gente buscaba travesías para evitar los pasos donde eran exhibidos de este modo los cuerpos, ya atacados por las aves de carroña. Antígona Vélez emprendió su trabajo de enterrarlos sin permiso de nadie. Era el año 1981. Nunca más volví a verla.
Su historia vino a mi memoria cuando leí el nuevo libro de Patricia Nieto , "Los escogidos", de la colección Letras Vivas de Medellín y la Editorial Sílaba. Es un libro triste, como la mujer que lo cuenta y que habla con los muertos. Como las voces que recuerdan la tragedia del puerto y del río.
Se lo dice, a Patricia, Francisco Luis Mesa Buriticá , el enterrador: "En veinticuatro años como propietario de la Funeraria San Judas, he puesto mis manos sobre 786 cuerpos de personas sin identidad conocida. Gente de las acequias, de las ciénagas, de los pozos, de los riachuelos, del río Magdalena. Muertos del agua. Barcos fantasmas que atracan en una playa, en una raíz o en una atarraya? Los he tenido en mi mesa de trabajo, los he amortajado, los he conducido al cementerio". Según sus cálculos de experto en estadísticas de gente degollada, descuartizada, fusilada, acuchillada, todavía hoy, todos los días 25 cuerpos caen al río. Pacho va hasta donde le indiquen que hay un cadáver abandonado en jurisdicción de seis cabeceras municipales y treinta y cinco veredas.
Me ha tocado el corazón "Los escogidos". La única alegría que he sentido al pasar sus páginas ha sido enterarme de que Antígona Vélez ya tiene sucesores. Hoy, en Puerto Berrío, los vivos escogen una tumba de un NN para bautizarlo con sus propios nombres y convertirlo en un dios personal, capaz de hacer milagros, vengarse o ayudarles a ganarse un chance. Antígona Vélez ya lo sabía hace 30 años, pero el resto de los colombianos todavía no: El río Magdalena es la fosa común más grande que existe en Colombia.
Publicado en:El Colombiano, abril 8 de 2012.
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